Restaurante Arismendi

En el barrio Los Alisos, a minutos de Tafí del Valle, sobre la ruta provincial 307, Álvaro Arismendi abre las puertas de su cocina ilustre.

Una sala de grisáceos muros en la que resaltan tanto la verde mampostería como la prolija disposición de las mesas, con lindas vistas al embalse La Angostura y -a los lejos- las luces de las villas circundantes.

En el fondo, testimonios de su historia cuelgan para el registro de curiosos, enmarcados con dos guitarras en las esquinas, cual custodias de toda la escena, instrumentos que acompañan a Arismendi en su otra pasión, la música.

La carta es completa. El chef ofrece distintos tipos de carnes, pastas y locros, en su versión roja con chorizo colorado y negra con morcilla artesanal con nuez. Toda su propuesta gastronómica se rige bajo una venerable regla, pues todos los productos ofrecidos se consiguen a un máximo de cien kilómetros de distancia.

La cava presenta los mejores vinos de la manufactura local, de pequeñas bodegas tucumanas así como una variedad de distinguidos mendocinos, de modo de acompañar la lección culinaria con una bebida a su altura.

Para empezar, la elección de @tripticity_ es una humeante empanada tucumana de matambre. Desde ya con el tradicional gajo de limón para acompañarla, a la usanza de esos lares.

La estrella de sus principales es la Costillita del Carajo, un pechito de cerdo braseado con salsa barbacoa con papas poblanas al estragón. Bien vale su nombre.

Para los amantes de las pastas, la lasaña de ragú de res y tomates -secos y frescos- con queso criollo, bajo un gratín de salsa blanca y queso añejo tafinisto.

Mientras se disfruta el banquete, una pequeña abertura de la cocina permite apreciar al maestro ejecutando su destreza.

A la hora de los dulces, para cuando el gran cocinero se acerca una a una a las mesas para compartir con sus comensales un brindis cordial, se honra su sugerencia de testar la degustación regional, esto es dulce de cayote con nuez y limas e higos en almíbar, bien acompañadas del dúo de quesos criollo y añejado por una parte, y helado de turrón de caña por la otra. ¡Un fogonazo de sabor!

Y para coronar la sazonada experiencia, vuelve Arismendi con un convite muy particular, un vodka tucumano de triple destilación elaborado a base de alcohol de cereales y azúcar. El dulce sabor a caramelo suaviza los 36 grados de graduación y los dorados destellos del confite hacen lo propio con la vista. Es allí cuando él confiesa que los brillos en verdad son vetas de oro extraídas de la Salamanca (la cueva del diablo según la tradición) y ese primer sorbo de la mágica bebida enreda un beso encantador, que embruja a quien lo bebe obligándolo a regresar al mesón del chef. @tripticity_ se maravilla con el relato tanto como con la majestuosa cocina de Álvaro, con la esperanza de que ese embrujo se cumpla y pronto pueda volver a visitarlo.

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